sábado, 24 de octubre de 2020

¡A todo trapo!

 Y ahí me había quedado, en el fondeadero, recalculando. Pero no, no ha sido eso exactamente, ha sido más bien una estancia en dique seco y, desgraciadamente, demasiado larga. Cuando una reparación toma tanto tiempo es que las cosas estaban muy mal, los daños eran muy graves. Lo peor es que no era consciente de ello, ni siquiera sabía que necesitaba una reparación... 

No todas las reparaciones son materiales, en este caso era una reparación personal, de tripulación, de ideas, de rumbos, de destinos... una reparación de principios. Por eso ha sido tan larga, tan difícil,  es más,  aún no estoy segura de haberla concluido pero... hay que arriesgarse y zarpar para comprobarlo.

Han pasado muchas cosas en este tiempo. Yo diría que demasiadas. Desde el ámbito personal, que ha contemplado la alteración de destinos y técnicas, hasta lo social,  donde hemos vivido una auténtica catástrofe que nos ha cambiado los modos de vida, de relación, los horizontes y las prioridades. Y tampoco aquí podemos afirmar que la crisis está superada porque  no es cierto.

Revisando el cuaderno de bitácora que es este blog, me he dado cuenta de que el abandono de la travesía se había producido hace mucho más tiempo de lo que pensaba. La última anotación no fue mas un un intento de tomar conciencia, como ese esfuerzo que hace quien está herido de muerte por ponerse en pie y seguir adelante y al observarlo he sentido un escalofrío; ¿está este viaje detenido para siempre? ¿Es ya un sueño irrecuperable?. 

Debo hacer balance de todo este tiempo, de los errores, de los desvíos conscientes,  de los desvaríos inconscientes y sacar de ello una determinación firme: sea como sea, no debo parar, no debo abandonar mi viaje. Mi barco no puede quedar a la deriva ni morir en el fondeadero. ¡Avante a todo trapo!