sábado, 12 de diciembre de 2020

A veces, hace falta un piloto

 Está claro que a veces no somos capaces de trazar el rumbo, que no sabemos interpretar la carta o que hacemos mal las lecturas del sextante. Está claro que a veces por mucho que nos esforcemos no somos capaces de coger viento, no manejamos bien el trapo, no sabemos calcular los rizos que hay que dar para poder avanzar correctamente. Y en esas ocasiones, por más que queramos partir hacia otros horizontes, estamos varados... o casi. Como mucho, navegamos en círculo en torno a nuestra propia angustia y no vemos más aguas que las que nos deja la bajamar.

Es precisa una ráfaga de viento o un golpe de remo pero no siempre está en nuestras manos...y curiosamente, lo que no somos capaces de hacer por nosotros, la fuerza que no encontramos en nuestros brazos ni en nuestro corazón, la encontramos por causa de otros. Una causa ajena nos sacude, nos despierta, nos arranca de la inmovilidad, de la cobardía o de la desgana. Entonces, esa causa ajena o ese otro sobrevenido es quien se pone manos a la obra para estudiar la carta, para usar el sextante, para trazar el rumbo, para izar las velas...y ponerse al timón. 

Así encontramos la respuesta a la cuestión que nos ronda y nos ronda ¿basta con el capitán? . Está claro que a veces es preciso un segundo, está claro que a veces hace falta un piloto.

viernes, 6 de noviembre de 2020

De engreídos y pedantes

 Aunque pienso sinceramente que mirar hacia dentro ayuda mucho a aprender, porque, conociéndonos y sabiendo nuestras limitaciones, estamos mucho mejor preparados para ubicarnos en nuestro lugar en el mundo y desarrollar el papel que nos ha correspondido en el reparto, debo reconocer que apoyarse en la borda y observar lo que pasa a nuestro alrededor es, en muchas ocasiones, bastante ilustrativo. Ver cómo navegan los demás, sus técnicas y estrategias y cómo manejan el trapo nos da una información muy valiosa aunque, muy frecuentemente, decepcionante, lo que no contribuye en absoluto a formar una imagen positiva y gratificante de nuestro entorno.

Me refiero, sobre todo, a esas actitudes dirigidas a convertirse en el centro de atención. Hay quien sueña con que el mundo gire a su alrededor... y lo peor es que muchas veces, incomprensiblemente, lo consigue. Y digo incomprensiblemente porque en algunos casos su valía no es suficiente y detrás de la corteza de la fachada hay bien poco, de forma que con solo rascar ligeramente quedan en evidencia y, en otras, su valía y su egocentrismo están al mismo nivel con lo que uno arruina la otra. Y llegados a este punto es cuando empiezo a dudar del raciocinio y del buen juicio de la especie humana: ¿cómo se puede colaborar en el encumbramiento de semejantes personajes? Y lo que es peor ¿cómo personas de auténtico mérito pasan por nuestro lado prácticamente inadvertidas?... Ayudadas, claro está, por su calidad humana que les impide hacer alarde de  lo que realmente son y valen.

Así que, el resultado de mi reflexión de hoy es que no pienso abarloarme a ese barco, sigo mi viaje con mi pequeña embarcación, marinera como pocas y capeadora de temporales y de tentaciones, segura de que encontraré quien navegue por los mismos mares.


sábado, 24 de octubre de 2020

¡A todo trapo!

 Y ahí me había quedado, en el fondeadero, recalculando. Pero no, no ha sido eso exactamente, ha sido más bien una estancia en dique seco y, desgraciadamente, demasiado larga. Cuando una reparación toma tanto tiempo es que las cosas estaban muy mal, los daños eran muy graves. Lo peor es que no era consciente de ello, ni siquiera sabía que necesitaba una reparación... 

No todas las reparaciones son materiales, en este caso era una reparación personal, de tripulación, de ideas, de rumbos, de destinos... una reparación de principios. Por eso ha sido tan larga, tan difícil,  es más,  aún no estoy segura de haberla concluido pero... hay que arriesgarse y zarpar para comprobarlo.

Han pasado muchas cosas en este tiempo. Yo diría que demasiadas. Desde el ámbito personal, que ha contemplado la alteración de destinos y técnicas, hasta lo social,  donde hemos vivido una auténtica catástrofe que nos ha cambiado los modos de vida, de relación, los horizontes y las prioridades. Y tampoco aquí podemos afirmar que la crisis está superada porque  no es cierto.

Revisando el cuaderno de bitácora que es este blog, me he dado cuenta de que el abandono de la travesía se había producido hace mucho más tiempo de lo que pensaba. La última anotación no fue mas un un intento de tomar conciencia, como ese esfuerzo que hace quien está herido de muerte por ponerse en pie y seguir adelante y al observarlo he sentido un escalofrío; ¿está este viaje detenido para siempre? ¿Es ya un sueño irrecuperable?. 

Debo hacer balance de todo este tiempo, de los errores, de los desvíos conscientes,  de los desvaríos inconscientes y sacar de ello una determinación firme: sea como sea, no debo parar, no debo abandonar mi viaje. Mi barco no puede quedar a la deriva ni morir en el fondeadero. ¡Avante a todo trapo!