jueves, 8 de marzo de 2012

Siempre nos quedará el amanecer

Se me venía abajo el aparejo la otra tarde, cuando sentí lástima de mi misma sentada allí, sola, oliendo a frito, escuchando un concierto al que había acudido, tras salir disparada de la cocina sin ningún arreglo intermedio, en parte por un grato compromiso, en parte por el gusto de oir buena música y en parte, tal vez la mayor parte, por plantar cara, por desafiar a esas garras que surgen de cada rincón de tu casa, de tu trabajo, de tu día a día absurdo pretendiendo atraparte y acabar con tu decisión de defender ese resto de libertad que aún destila cada amanecer. Pero recogí trapo, cacé bien las escotas y salí adelante: era aquel poco temporal para mí, después de lo que hemos capeado. Era, eso si, el preciso momento de recordar que siempre, siempre, después de la lluvia sale el sol y que después de la noche siempre, siempre, nace una mañana.