viernes, 22 de marzo de 2013

Con la luz que nunca muere

Pero no era verdad. Me engañé cuando pensaba que el aire fresco que cruzaba la cubierta levantaría la niebla... era demasiado espesa. ¿Dónde se fue la estrella del ocaso?. ¿Dónde está la Polar de media noche?. Se ha apagado su luz y el viento ha enmudecido. No sabría decir lo que me pasa: es como si me hubiera invadido un cansancio indescriptible, como si una duda enorme borrara el horizonte. Hechos, realidades que de pronto te colocan ante ese yo que tenías olvidado y te hacen preguntarte y te acorralan y te llevan a un rincón de la existencia. No, no voy a quedarme ahí. Eso era ayer, eso servía para detenerme ayer pero ahora es distinto porque, aun entre la niebla, puedo ver, porque veo con la luz de mi fe, esa que nace del propio corazón, porque me ha costado demasiado aparejar este barco en el que busco mi Puerto, con mayúsculas, para darlo todo por perdido.