miércoles, 11 de diciembre de 2013

La grandiosa pequeñez de la existencia.

Aquí estoy de nuevo, un poco vapuleada por el tiempo, un poco sacudida por el oleaje y un poco decepcionada por mi fragilidad. Yo pensaba que sabía regresar, que estaba en el buen camino. Seguramente hay que irse muy lejos para poder volver, irse mar adentro para poder tomar conciencia de la tierra de la que hemos partido pero en esas ocasiones la realidad que se constata es muy dura y el camino de retorno muy difícil. Miras tu estela y te preguntas: ¿cómo es posible haber alcanzado todas las coordenadas previstas y tener tanta deriva? Ahora, en la distancia obligada, contemplo mi derrota y casi no reconozco el rumbo que me marqué al zarpar aunque celebro que aún estoy lo suficientemente cerca como para darme cuenta de ello y tratar de sacar coraje para recuperarlo. Un golpe de timón… y las bordadas que sean necesarias para volver a encontrarme conmigo en la soledad del viento, en la inmensidad del mar de la vida y en la grandiosa pequeñez de la existencia humana.

jueves, 22 de agosto de 2013

Hay que saber volver

Y con las alas de esa libertad reencontrada he volado por los cielos de verano. No me han importado las nubes del trabajo que es preciso concluir,  ni los vientos de todos los preparativos que son necesarios para poder marchar del escenario cotidiano, ni siquiera las turbulencias de esa machacona insistencia con la que el calendariio nos recuerda que todos estos hermosos momentos son efímeros. He volado, he volado muy alto y desde allí he podido contemplar todo lo maravillosa que puede ser la vida cuando intentas exprimirla, apurarla hasta el último sorbo. Y de mi vuelo me he traído el corazón empapado de agua marina, el alma saturada de cariño, de música, de diversión compartida ... de recuerdos que serán su alimento durante los duros meses que nos vienen por delante pero que ya se muy bien como hacer menos severos. He regresado dispuesta a reiniciar mi navegación pero después de haber tocado todos, si, todos los puertos que tenía señalados en mi carta. Ahora hay que esforzarse para navegar mejor y para saber volver.

sábado, 8 de junio de 2013

En un pequeño rincón de mi alma

Ay libertad, libertad. ¡Cuánto hablamos de ti y que poco te conocemos!. Es posible que estés llena de paz en un pequeño rincón, entre cuatro paredes, y no poder hallarte en el más abierto horizonte del mundo. Te buscamos en grandilocuentes palabras, haciéndote oir por encima de todo y muchas veces te haces fuerte en la voz de tu silencio, de tu callada rebeldía y de tus hechos incontestables.Ahí te encontré hoy: entre los papeles de mi mesa, por fin arrinconados, entre las notas de unas canciones queridas que suenan una y otra vez, en el placer ingenuo de una taza de café caliente y cremoso. Estabas allí, esperandome desde hace muchos días, paciente con mi descarrilado abandono y hoy, cuando he vuelto a tener un momento para estar de nuevo conmigo, te he reencontrado, por eso me he dado cuenta de que siempre habitas en un pequeño rincón de mi alma.

domingo, 21 de abril de 2013

Tenía que ser Marina

Si París bien vale una misa, a veces diez minutos valen dos años de espera. Eso ocurre cuando esos minutos ponen ante nosotros todos los valores de la vida: la sencillez, la lealtad, la franqueza, el esfuerzo... y una enorme paz; no una paz resignada o sin color, una paz llena de alegría de vivir, contagiosa, esperanzada.
Muchas veces no sabemos por qué sentimos una especial inclinación hacia ciertas personas ni por qué despiertan tan intensamente nuestra simpatía... hasta que las tenemos delante. Cuando su mirada se cruza con la nuestra, cuando vemos el brillo de sus ojos y la luz de su sonrisa rompe por un momento la noche que empieza a caer sobre nuestro cielo. Pero todo eso aún sería insuficiente si no se produjera con las circunstancias idóneas y en la atmósfera adecuada y eso tambíen se dio: entre las candilejas de Marina, se veía Menorca en el horizonte.

viernes, 22 de marzo de 2013

Con la luz que nunca muere

Pero no era verdad. Me engañé cuando pensaba que el aire fresco que cruzaba la cubierta levantaría la niebla... era demasiado espesa. ¿Dónde se fue la estrella del ocaso?. ¿Dónde está la Polar de media noche?. Se ha apagado su luz y el viento ha enmudecido. No sabría decir lo que me pasa: es como si me hubiera invadido un cansancio indescriptible, como si una duda enorme borrara el horizonte. Hechos, realidades que de pronto te colocan ante ese yo que tenías olvidado y te hacen preguntarte y te acorralan y te llevan a un rincón de la existencia. No, no voy a quedarme ahí. Eso era ayer, eso servía para detenerme ayer pero ahora es distinto porque, aun entre la niebla, puedo ver, porque veo con la luz de mi fe, esa que nace del propio corazón, porque me ha costado demasiado aparejar este barco en el que busco mi Puerto, con mayúsculas, para darlo todo por perdido.

domingo, 17 de febrero de 2013

Tiempo de niebla y de silencio

A veces parece que nuestra existencia se queda a oscuras. No es que se cierren nuestros ojos y nos quedemos cegados y quietos, sino que la vida, al entornar sus párpados y negarnos la luz de su mirada, nos deja huérfanos y perdidos en una niebla cerrada y sin horizonte. Seguimos respirando, seguimos palpitando, seguimos sintiendo el calor de nuestra sangre pero estamos girando en torno a un punto, en un círculo absurdo y sin salida y eso nos lleva al silencio y después, casi sin darnos cuenta, al abandono de la tensión y de la lucha. Eso ha ocurrido: demasiado tiempo de silencio, demasiadas horas bajo cubierta pensando que navegaba y en realidad estaba a la deriva. No importa, el primer paso para estar de nuevo al mando es tomar conciencia de la situación y eso ya ha ocurrido. Además, en este periodo de abandono, he descubierto a quién enrolar para las travesías que aún me quedan. Se acabó el silencio y empieza a levantar la niebla.