Al contemplar mis manos,
las he visto vacías.
Y se me han inundado, al extenderlas,
de una luz generosa
como el agua que brota de la tierra.
Al acercar mis labios,
por beberla o besarla ¿quién lo sabe?
he visto reflejados, junto al mío,
rostros: rostros de todos los que quise,
de los que me quisieron,
de los que aún me aman
y de todos aquellos
a los que debo amor porque han llenado
mis manos de riqueza
aun siendo los más pobres:
me regalan su luz, el único universo
donde puede encontrarse
mi corazón conmigo.
Mª Ángeles Novella, diciembre 2011