Caribdis es un remolino. Para los viajeros de las epopeyas griegas, era el final pero también puede ser el principio. El remolino puede tragarse todo aquello que nos encadena y no nos permite vivir realmente, el remolino puede sacudirnos y hacernos despertar de un sueño o de una pesadilla, el remolino puede, al engullirnos, hacernos entrar (o tal vez salir) a una nueva dimensión, a una etapa diferente.
De la misma forma que el remolino puede tener varias lecturas y ser de alguna manera el principio del final o el final del principio, a veces, aquellas cosas que están en nuestros orígenes y que nos han acompañado siempre, pueden, en un momento dado, ser la herramienta que nos permite largar amarras y comenzar una nueva singladura. Mi remolino tiene dos puertos: Cádiz y Menorca, el principio del fin y el fin del principio.
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