sábado, 23 de julio de 2011

Con el poder de la noche

Cuando todavía acariciaba en mi memoria las sensaciones que me había dejado la segunda lectura de “El Asedio” (esta vez en sus escenarios naturales), un comentario bastante demoledor que un lector desencantado le hacía al autor,  enfrentando sus novelas náuticas a las de Baroja o Stevenson y dejándolas en el  envite a la altura del betún, me llevó realizar algo que ya cuando estudiaba bachillerato deseé hacer y no hice: leer “Las inquietudes de Shanti Andía”. No quiero comentar  la impresión que esta obra me produjo, ni por sí misma ni analizada en comparación con la mencionada, que era en realidad mi principal interés; si he aludido a este hecho es porque me sentí sorprendida cuando el capitán Andía, en sus reflexiones, confiesa que todo lo que le resulta fácil y posible por la noche se transforma en duro e inasequible después de amanecer. Esa sensación me resulta tan familiar… Decisiones valientes, soluciones eficaces, actitudes incuestionables engendradas en las horas de insomnio, se diluyen en la luz del día hasta hacerse absurdas o imposibles. Por esta razón, he decidido sentarme de madrugada ante mi cuaderno de bitácora e ir trazando el rumbo que necesito tomar con el poder de la noche.

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